Amigos, imaginen que al continuar nuestro recorrido, habíamos cubierto ya algo magnífico, pero lo que venía, definitivamente cerraría con broche de oro la visita.
Nos esperaba un museo de arte precolombino que en mi opinión tanto la casona, totalmente recuperada, ya es de encanto y gran valor por su tiempo de construcción, año 1611 reza en su dintel y el evocar el pasado de un ir y venir de culturas que plasmaron una rica y variada cosmología en la piedra, barro y oro. Una deslumbrante colección producida a lo largo de 5.000 años y permitirnos así transitar por complejos mundos paralelos. Se subestimó siempre estas culturas, vaya uno a comprender a los conquistadores! …”NO DEJAD PIEDRA SOBRE PIEDRA…” fue la orden, caso contrario, imagínense, otra sería nuestra historia, con mayor conocimiento de causa. Mis turistas, a punto de desfallecer de la emoción.
El sol, empezaba a despedirse y nosotros frente a frente a un estilo manierista en su construcción, más humano, limpio, austero y poderoso, grande: San Francisco . Lleno de simbología, balance, y unión de culturas, no en vano decía el rey de España de aquel entonces: “…debería verlo desde el Escorial...”; cumplíamos una vista de su exterior pues nos esperaba un ascenso a cúpulas y en el camino…nuestra Plaza Grande, el corazón del Centro Histórico, un “must” para el turista.
En una de sus ediciones sobre Quito, el gran quiteño Luciano Andrade Marín dice “ […]dejó Eloy Alfaro al descubierto para la contemplación y veneración perpetua de los ecuatorianos, esa exquisita pieza de superior arte y de supremo simbolismo que se yergue elegantísima en la antigua Plaza Mayor, fuero de Castilla, para los conquistadores, Plaza Grande, del pueblo quiteño y desde entonces consagrada como la Plaza de la Independencia…” qué más puedo decir sino que lo completa la magnífica delineación cuadrada de la Plaza, nuestra Plaza Grande de los Cuatro Poderes, y saber que nuestro Palacio de Gobierno, está considerado como una de las construcciones más antiguas, dejada por España. Ya tendré oportunidad de compartir visitas al respecto y que necesita especial mención.
Llegamos finalmente al Convento-Monasterio de San Agustín, no sin antes observar en el camino la influencia de arquitectura francesa, morisca en las diferentes construcciones del sector. No más pasamos esas puertas pesadas del Claustro, con incrustaciones de corazones, que representan al corazón de su Santo, que dicho sea de paso, fue más pecador que el común y arrepentido, decide crear y ordenarse como tal y por supuesto, nosotros tener el privilegio de visitar un lugar que si bien es más pequeño que los otros, pero para los ecuatorianos y para América, es de gran significación. Solamente me referiré a su interior, pues desde que pones un pie, te sientes trasladado al Siglo XVI, y la decoración grandiosa o artesonado que cubrían a sus cuatro corredores, con su estilo mudéjar español, créanlo, queda uno, pues los demás fueron utilizados como espacios de “tiro-al-blanco durante aquellas ocupaciones militares… y simplemente desapareció su arte. Y qué decir de su Sala Capitular, no hay espacio sin decoración, sus lienzos, el retablo, la sillería, la tribuna, cuánto derroche de decoración…sorprendente! Pero aún faltaba más…
Ascendíamos a los corredores y mientras comprendíamos cómo paredes tan pesadas pudieron ser construidas 400 años atrás, y concluir que nuestros antiguos (denominación para los indígenas), tenían gran capacidad desde siempre e injustamente calificados con lo contrario, crujían los tablones originales con nuestro caminar y el sol, seguía poniéndose. Necesitábamos dar pasos de apuro, porque lo que venía era simplemente “mágico”.
Al estar en el segundo nivel de la torre, que dicho sea de paso es toda una experiencia de altura, es importante notar el camino de la línea del sol, ningún elemento fue construido sin significado…y a todo esto lo apreciábamos con la caída del Sol; se perdía ante nuestros ojos, y nosotros sin palabras, observando los cuatro costados de la ciudad desde arriba, panorámico. La magia de la luz eléctrica se apoderaba de la ciudad: luces directas, tenues, cerca, lejos, a gran distancia, todo se presentaba alucinante; la vista espectacular a la neogótica Basílica, como haciendo un límite de Quito, como que detrás de ella no hay más…qué espectáculo, y ese momento de gran final cada quien en un silencio profundo se despedían de Quito y así desde ese instante, mis turistas se convirtieron en más “chasquis” de mi Ciudad, pues como correos humanos tendrán mucho que hacer llegar y hablar…